Miles de ojos chispeantes se dedican a observar desde la oscuridad, los buscas con la mirada y no los ves, intentas silenciar tu espacio pero no se escucha nada más que tu respirar, básicamente te oyes pensar como si hubiera alguien a tu lado hablándote.
Ojos que susurran, ojos que señalan, miran, analizan tus pasos, observan cada movimiento, hasta el más mínimo, y comentan, sonríen y mandan corregir.
Miras alrededor, te miras a ti mismo y dedicas un espacio de tiempo en pensar por qué lo hacen, por qué miran tanto, por qué analizan, por qué corrigen. Por qué, por qué, por qué…
Y no se miran a sí mismos.
Y no analizan su interior.
Y no se corrigen a sí mismos.
Somos diferentes. Cada persona tiene determinados rasgos que la hacen característica y eso es lo que hace al ser humano diferente: la personalidad, el ser siete mil millones y no haber dos iguales, el descubrir mil cosas distintas en cada uno de nosotros.
Por eso mírame si quieres, analízame si quieres, despotrica todo lo que quieras contra mí.
Pero no intentes cambiarme…
Porque me gusta decir siempre la palabra adecuada en el momento adecuado.
Porque soy capaz de estar bien con simplezas.
Porque a veces no me apetece sonreír.
Porque soy yo el que decide qué hacer y cuándo hacer las cosas.
Porque me gusta abstraerme con cosas que para ti pueden ser tonterías.
Porque a veces no me sale actuar de una determinada manera.
Porque no puedo, porque no quiero…
Porque yo no soy tú, porque yo no puedo ser como tú, porque yo no quiero ser como tú…
Y eso me hace feliz, porque me gusta ser así y me da igual lo que piensen los demás, si a los demás no les gusta como soy es solo su problema.
Porque sé que no hay nadie como yo.