Un abrazo

Una mirada perdida que observa lo que pasa a su alrededor y no ve nada, solo aire, solo tinieblas, solo la más densa oscuridad.

Una lágrima que cae sin saber hacia dónde tiene que ir, hay tantas que no queda espacio por el que meterse.

El sentimiento de que no quedan casi fuerzas, que lo mejor es dejarse caer y que te arrastre el viento con su agradable sonido.

Una voz que no tiene a quien dirigirse y se va apagando, poco a poco, entristecida, hasta callarse del todo.

Un corazón negro, harto de tantos golpes, al que le da pena seguir latiendo, simplemente porque sabe que no habrá un último golpe.

Nada.

Nadie.

Pero de pronto llega alguien, abre sus brazos, te rodea con ellos y te pega contra él para que los dos corazones se puedan oír.

De pronto, las miradas empiezan a ver un pequeño rayo de luz que cada vez se hace más grande.

De pronto, las lágrimas dejan de caer y vuelven hasta el lugar del que no hubieran tenido que salir.

De pronto, las fuerzas vuelven y sientes que podrías mover montañas, que ya todo es posible.

De pronto, alguien te escucha, te entiende y no te pone el dedo en los labios para que no te puedas expresar.

De pronto, el corazón está lleno de vida, no puede dejar de latir, simplemente porque es feliz.

Y todo eso con algo tan simple como un abrazo.

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