De fiesta

Todos los sábados igual:

Mis amigos y yo quedamos en el bar de siempre, aquel en el que ya no se asustan de las burradas que hacemos y aunque habíamos quedado a la diez, entre unos que llegan tarde y los del bar que no nos hacen caso, a las once empezamos a cenar. Entonces empieza la guerra para ver quién se pide el plato más caro y quién bebe más alcohol, total como al final pagamos a medias ¡Habrá que gastar! Termina la cena y entre filetes y cervezas la cuenta nos sale por un ojo de la cara.

Alrededor de las doce y media, cuando nos hemos tirado veinte minutos en ver cuánto dinero tenía que soltar cada uno, nos disponemos a pensar dónde iremos, si a la discoteca de moda que estará llena de gente o al pub de toda la vida donde sabemos que nos lo pasaremos bien. Al final, después de media hora de discusiones y gritos, decidimos ir a la discoteca de moda debido a que toda la gente va allí y nosotros no nos lo podemos perder que si no, no seremos populares.

Cogemos un taxi y tras cuarenta minutos que hemos tardado en ir a la ciudad donde se encuentra la discoteca, nos encontramos con una cola que llega hasta la esquina de abajo, por lo tanto, media hora más esperando hasta que por fin entramos, pagando por supuesto una entrada carísima. Allí dentro, donde no hay si quiera un huequecito donde poderse meter, estamos los diez amigos que somos apretados y moviendo la cabeza como si nos lo estuviéramos pasando bien.

Son las cuatro y nos hemos pasado dos horas moviendo la cabeza así que cuando uno de nosotros dice «¿nos vamos?» todos le decimos encantados que sí. Salimos de la discoteca como podemos y llamamos al taxi. Por fin, tras una espera de veinte minutos, el taxi llega donde estamos y en otros cuarenta minutos estamos en casa.

El resultado de todo esto ha sido gastarnos 60 euros, llegar a casa a las cinco y media de la mañana y habernos muerto de aburrimiento.

El colmo es que a la semana siguiente decido sabiamente no salir y quedarme en casa viendo un par de películas y al día siguiente me llaman contándome que «¡te lo perdiste!», «¿por qué no viniste?», «¡nos lo pasamos súper bien!».

Una semana más tarde el resultado de la «fiesta» es un gasto de 60 euros, llegar a casa a las cinco y media de la mañana y habernos muerto de aburrimiento.

2 comentarios

  1. Jajajajaja, qué bueno, qué bueno!!!!!!!!!!!!!

    Quitándole los taxis y el pastón gastado, me recuerda mucho a mí! Entertico!! jajajajajajajaj

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